jueves, 16 de septiembre de 2010

Querer no es poder, sino sólo soñar que puedes...





Otra vez estamos aquí
y te marchas pensando en el fin
no de amistad, sino de algo más
¿Desde cuándo es que estábamos tan mal?
¿Desde cuándo también éramos felices?
¿Y desde cuándo nos amábamos los dos?

Y quiero que sepas también
que mañana te amaré
como fue alguna vez
y esa vez siempre será.

Me dices que esto es lo mejor
para los dos y que es la solución.
Remedio de males, de rutina y de distancia;
monotonía y, sobre todo, falta de amor, falta de sentimiento y emoción.

Pero no todo está tan mal
por favor, escucha mi voz.
Confía en mí, como fue ayer
porque ayer puede ser hoy.

Sólo piensa una razón
para ser felices tuy yo.
Mira ahora un mundo mejor
y compartirlo sólo tu y yo.

Pero y si ya no es la gracia de Dios.
Y si mantengo una ilusión.
Y si hoy tienes miedo de mí.
Y si hoy tengo miedo de amarte.



Y quiero que sepas también
que mañana te amaré
como fue alguna vez
y esa vez siempre será.

Pero no todo está tan mal
por favor, escucha mi voz.
Confía en mí, como fue ayer
porque ayer puede ser hoy.

Otra vez estaremos aquí,
eso espero...y esperaré aquí
en nuestra barquita marinera
que ya arribó...

domingo, 12 de septiembre de 2010

Mientras el mundo gira...

En el asiento trasero del auto te habrás de encontrar, y recargarás tu cabeza sobre el cristal, empañado por las lluvias de temporada que dan fin al verano. Diriges la atención de ese otro cristal con que miras hacía afuera, hacia un mundo exterior al tuyo, ajeno a tu realidad interna y, por supuesto, al taxi que tanto te es indiferente.


Tu visión recorrerá imágenes consecutivas, una tras otra, al encontrarte entre el inevitable transitar de los  vehículos: anuncios publicitarios, señales de protección civil, locales y establecimientos llenos de vida y productos qué consumir, entre otras cosas. Notarás el cruce de miradas de dos extraños que, al toparse, interrumpiendo su paso obligatorio, fijarán con mutuo interés, y creerás, en ese mismo momento, en el amor a primera vista.

Oirás el continuo repiqueteo de la presente lluvia semi-paralela impregnándose sobre tu ventana, haciendo borroso el panorama que tanto aprecias, a través de esa pantalla cristalina, acuosa y helada.

Con la calefacción estropeada, el frío que sientes se vuelve hermético. Sentirás cómo se congela tu pensamiento: olvidarás, por la acción de algún vago momento, todo lo relacionado con las actividades que te habías propuesto realizar desde antes de comenzar el día; los deberes qué cumplir y las citas a las que habrás de asistir. Te distraerás de cualquier preocupación que no sea mas que la de llegar a tu destino, y entrarás en un estado anestésico, sin ansiedades, sin miedos ni alegrías, pero, inconscientemente, sabiendo que tendrás que abandonar ese trance, tarde o temprano, en el momento en que pagues lo dictado en el taxímetro y dejes de ser uno de los tantos clientes que, como todos los días, alguien habrá de ganarse el pan de cada día dirigiéndolos a través de sus distantes recorridos.

El sujeto detrás del volante, ese hombre de edad avanzada al que le contemplas su mirada triste por efecto del retrovisor, exhalará el humo tras la novena bocanada correspondiente al cigarro que sostiene con la boca. Pero, mientras miras con repulsión el dicho cilindrín, hallarás un sentimiento de compasión al hacer conciencia y saber que, la vida del humilde hombre de la boina, se le ha consumido como al colilla que está a punto de apagarse, como a la tarde que está a punto de morir y como el destino al que estás a punto de llegar.

La lluvia seguirá con su razón de existir durante el presente atardecer, despidiendo un sol que, sólo las grises y egoístas nubes, al fin permiten ver allá en el horizonte. Rayos cálidos golpearán tu rostro y lastimarán tus pupilas. Las calles parecerán como anchos ríos resplandecientes al reflejarse los destellos sobre el agua que regó dicha lluvia. Y te sentirás cómplice indirecto al saber que pudiste haber ayudado a recoger las naranjas de aquella mujer de ropajes menesterosos y húmedos, quien, por distracción al caminar, dejó caer de su bolsa plastificada (ahora rota) sobre la acera, a un charco próximo a tu puerta.

Dos cuadras más adelante, el taxi finalizará su misión al llegar a tu supuesto destino, y sabrás que esa intimidad que vivió tu pensamiento habrá de terminar, llevándose consigo la tranquilidad de la que era dueña tu alma. Despertarás de todo ensueño, saldrás del auto, y te encontrarás de pie, esnifando los últimos rayos del sol y descongelando el cerebro, mientras el mundo gira.