lunes, 11 de octubre de 2010

Amor de amantes terrenales























Gracias a ustedes hoy no estoy solo, ni lo estuve ayer, ni en un futuro cercano lo estaré, o al menos por un buen rato. Pues siempre están ahí, recibiéndome de a diario con los buenos días por cada sol que nace. Y no se diga cuando muere cálida la tarde. 

      Fieles compañeras por la noche y la mañana, de aterciopeladas pieles morenas; amables y cálidas a su tacto atrevido pero agradable, un tanto deseable, con lo suave de sus caricias a cada paso cansado que articulo por el arduo trabajo día. Converso con ellas en la intimidad de mis aposentos, y me establezco al ultrajar sus profundos secretos, convirtiéndoles, ahora y siempre, en míos.

      Dada la ausencia durante la tarde, siempre esperan a mi llegada, pacientes y calladas. Eso sin notar lo bien portadas, dando ya las horas de la noche con luz de plata. Pero largo es ya el tiempo de nuestra íntima amistad, mas nunca de corazón, como bien fuera en otras lunas, exceptuando a la de hoy. Ya que, tras un largo día de mala racha, discusiones, infortunios y quejas al por menor, regreso tarde a casa, siendo sólo ellas las únicas que, gratamente en todo el mundo, no  me odian aún.

      Hoy, ellas no me echan en cara los problemas de la empresa, ni la incompetencia que ejerzo en mi puesto como directivo. No me recuerdan que tengo hasta noviembre para recoger mis cosas y largarme de aquella maldita oficina. Porque son ellas las únicas que, al menos, me hacen posible una noche más amena con su singular compañía.

      Hoy las amé, a ellas, a mis pantuflas.

2 comentarios:

  1. Jajaja, no manches! Esto esta genial! Me encanto la idea de escribirle a un par de objetos que por mas simples que sean no pueden hacer sentir bien. Mis respetos señor!

    ResponderEliminar